martes, 3 de enero de 2012

Agua y salitre, viento y espuma.

Aunque el anticiclón mantiene las borrascas alejadas, los vientos voltean el mar en el atlántico y las olas golpean con fuerza nuestra costa convirtiéndose en espuma  y pulverizando el aire de salitre.


Por el Cabo de Ajo, los acantilados se esconden entre las brumas que origina el constante abofeteo del mar, cuando las gotas de agua se mezclan con el viento costero, empapan los cantiles y borran el límite entre el océano y la tierra.

Un día más, un invierno más, una galerna o un temporal más la Isla de Mouro, enarbolando su torre farera en mitad del mar, resiste estoica  los embates del oleaje y las corrientes mientras miles de cámaras inmortalizan una vez más su silueta salpicada de marejada.




La mar ya no es agua, es espuma de sal que el viento eleva y empuja una y otra vez sobre las rocas para blanquear los cantiles. La mar ya no es agua, son ondas en continuo peregrinar, muros que avanzan por la superficie en frenética carrera hasta derrumbarse en la rompiente o intentar encaramarse en la costalera.
              
                   Fotografías realizadas en la mañana del 3 de enero de 2012


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