viernes, 19 de octubre de 2012

Un gran silencio

Cuentan en África que a una gran explosión siempre le precede un gran silencio.
La primera noche en la selva me sorprendió hasta impedirme dormir a pierna suelta. Lo que esperaba fuera una noche tranquila y en silencio, resultó de una algarabía y de una actividad formidable y sorprendente, especialmente para un europeo recién llegado. Supe que mientras una fauna duerme, otra toma el relevo con la oscuridad. Así fue durante horas hasta que, de repente, un impresionante silencio me llenó de inquietud y desconcierto. Al cabo de unos minutos, aparecieron por el horizonte unos rayos de sol seguidos de una explosión de luz. Enseguida, la selva se volvió a llenar de ruidos propios de una gran actividad, aunque esta vez diferentes. La fauna diurna se había levantado y relevado a la nocturna.
La misma situación la volví a vivir en la sabana cada atardecer y cada amanecer y, ya con la lección aprendida y los sentidos atentos, he comprobado que ocurre igual en todos los sitios donde se amanece en plena naturaleza, eso sí, sin tanta algarabía como en la selva.
 




























 
Del siglo pasado (15)
Este apartado se ilustra con las imágenes obtenidas durante el proceso de digitalización de los originales.
 

domingo, 14 de octubre de 2012

Tea time

Acabo de llegar a puerto tras un largo día navegando en mi barquito. Me encanta navegar en mi barco por aguas tranquilas, ver su silueta reflejada en el agua y mecerme levemente en el vaivén del mar. Aprovecho la jornada para sentarme en cubierta disfrutando de la brisa y pasar horas leyendo la historia que nace cada día, la que cada día trae aroma de papel impreso.
 
A media tarde me sirven un té y mientras la infusión calienta mi paladar, observo tranquilamente el horizonte y el constante pasar del tiempo… una experiencia imposible en otra época. Lógico, el tiempo sólo se aprende a medir con exactitud cuando hemos acumulado un mínimo de tiempo y un importante bagaje de experiencias.
 
 
Antes, las horas no eran de minutos y los días parecían de más horas. Creíamos ser capaces de atraparlos para siempre con un simple alambre. Sin saber desde cuando observábamos distraídos como avanzaba la yedra por la piedra y sólo cuando el óxido se apoderaba de nuestras obras recordábamos cuánto hacía que no le dábamos una mano de pintura. Y es que, a base de acumular fechas olvidamos los días, pasan de largo por delante de nuestra puerta, esa que de tantas veces luciendo carteles de conciertos, eventos, ofertas y anuncios varios ya no sabemos lo que anuncia hoy . 
 
 

 

 
Ahora sé que, tanto lo que deseas conservar para siempre como lo que no quieres recordar jamás, lo pones a buen recaudo bajo llave. Precisamente, apurando el último sorbo de té ya tibio, la cancela carcomida me ha recordado que también un candado puede condenar al olvido nuestros mejores recuerdos, que el tiempo, inexorable, puede fagocitar nuestra memoria.
 
 

lunes, 8 de octubre de 2012

Ver a través de los ojos del Diablo

Foto del año 1974*
Foto del año 1974*


Foto del año 1974*

Siempre me fascinó contemplar el mar desde los acantilados. Ver romper las olas con fuerza contra las rocas, derroche de poder y violencia; o mecerse el agua lamiendo suavemente los cantiles; fotografiar la explosión de la espuma levantándose por encima del horizonte… dejar pasar las horas escuchando el monótono sonido del agua y la costa igual de fascinado que cuando se contempla el rechinar de la leña quemándose en la chimenea.




Crecí fascinado también por las alturas, por los precipicios, por poder encaramarme allá donde el horizonte se agranda y se multiplican los relieves. Contemplar los mil verdes y los mil azules del paisaje mientras el aire extiende un leve silbido para marcar su gigante territorio.







En Candina, la montaña que da sombra a Oriñón y Sonabia, se pueden contemplar al mismo tiempo las olas llegar a  la arena y la silueta lejana del horizonte; se puede observar la singladura de un velero y distinguir la Ermita de las Nieves encaramada en una montaña; descubrir el cielo posándose en el mar y el Buciero alcanzar las nubes… Allá arriba se puede, ni más ni menos, que ver a través de los Ojos del Diablo, contemplar desde ellos el mar y la tierra.


Fotos realizadas el 6 de octubre de 2012 (excepto *)