jueves, 10 de febrero de 2022

Los aires de Amaya

 











Amaya reluce bajo los rayos del sol sobre el Páramo de Villadiego. A sus pies, la extensa llanura castellana se pierde en el horizonte sin que nada proyecte sombra. Por eso su silueta la distingue desde muy lejos quien se acerca desde Castrojeriz por tierras burgalesas o de Palencia por Tierra de Campos. Su perfil es inconfundible. Altiva, inaccesible, bella.

Esta meseta, separada del resto que configuran la zona geológica de Las Loras, parece adelantarse hacia el sur separándose de una orografía agreste y espectacular que la arropa por el norte. Rodeada por farallones verticales, no es de extrañar que fuera elegida ya en la Edad del Bronce como morada y asentamiento humano. Su inaccesibilidad protegió a sus habitantes durante los 2000 años que fue habitada. La aldea fue fortificada y dotada de un castillo convirtiéndose en “ciudad madre”, como significa etimológicamente el nombre de Amaya, o sea, capital. De la importancia adquirida por esta capital de los cántabros dan cuenta las numerosas citas en la que aparece a lo largo de la historia y cómo sufre la conquista de visigodos y musulmanes. Sede Ducal y Obispado, su declive y despoblamiento se inicia con el nacimiento del Reino de Castilla y la proliferación de poblados en la llanura, quedando definitivamente abandonada en el siglo XIV.

Para recorrerla a pie es necesario acceder desde su lado oeste por la trinchera tallada en la roca que formaba parte de las defensas del antiguo castro. Desde allí, ya por encima de los primeros farallones y atravesando las ruinas de la aldea medieval, se puede ascender a las dos cumbres de la Peña. A la izquierda, entre restos de la muralla que fortificaban las paredes de roca, se alcanza El Castillo, con los relieves aun visibles de las dependencias de la fortaleza. Y, tras un leve descenso y por una trepada para salvar las paredes verticales, la cima derecha mas lejana conocida como La Muela. Si el tiempo es estable y despejado sorprende lo extensa de las vistas alrededor. Pero si, por el contrario, el día es muy ventoso, su peculiar ubicación azotada por todos los vientos convierte en desagradable el recorrido de su páramo y será necesario avanzar por sotavento. Cuando sopla fuerte el viento, los aires de Amaya también la hacen inexpugnable.


















































Fotografías realizadas el 5 de febrero de 2022