viernes, 28 de diciembre de 2012

Los ojos de la bahía

Hay un lugar para el arte. Un templo para la música, para la danza, para la interpretación… un gigante por donde aún resuena Aida y se escucha el silencio de Marcel Marceau, donde bailan los violines y danzan los acróbatas, emocionan las zapatillas de punta y cantan los comediantes. Un palacio con una escalinata que asciende el mar hasta anfiteatro y sube los barcos a la escena. Con ojos de buey que ven el mar. Palacio de Festivales de Santander.
 


Hoy, 28 de diciembre de 2012 al mediodía desde la Sala Griega
 

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Escudriñando el perfil del horizonte


Desde los altos de Arnedo, cerca de las ruinas de La Florida, poblado abandonado en el siglo XX por el cambio de ubicación de las labores mineras, se contempla el valle del Nansa. Río encajado entre las  montañas campurrianas, que hacen llamar Braña Vieja, y la sierra de más digna de veneración, la Peña Sagra, sus aguas, retenidas arriba, en La Cohílla, cuando apenas es un arroyo, generan energía en la sucesión de “saltos” que llevan su nombre y riegan las praderas donde pastan vacas, ovejas y cabras y que fueran habitadas desde que los hogares eran cuevas, como ha quedado grabado en Micolón y Chufín, y se cazaba con flechas por Tres Peñas y los Picos de Ozalba.

Desde Arnedo cuando el aire es trasparente como éste día que por aquí nos acercamos, también se ve el paisaje calizo que dejó la deforestación, distinguiendo fácilmente los Picos de Europa, los Macizos Oriental y Central, con las cumbres de El Samelar o El Urriello, y las montañas de Lamasón y Peñarubia y su máxima altura en el Gamonal.  







Por la tarde, de regreso a la costa, nos acercamos a San Vicente de la Barquera, villa marinera que siempre uno desea pasear. Como la marea se llevó las aguas, sus barcos se recostan en la arena a la espera que regrese el mar. Cae la tarde y el cielo se tiñe de fuego, entonces las nubes encienden el agua por La Maza o Brazo Mayor. Es justo ese momento entre el día y la noche  cuando el aire se queda en calma, el paisaje nos hipnotiza y nos quedamos largo rato escudriñando el perfil del horizonte.


Cuando por fin volvemos la mirada, la noche comienza a rodearnos y las farolas ya se disponen a iluminar nuestros pasos.

Fotos realizadas el 22 de diciembre de 2012


miércoles, 12 de diciembre de 2012

Viaje en miniatura

Harto ya de no hacer camino, me cansé de leer cuadernos de bitácora de otros cada noche. Así que  me calcé las botas, cogí el viejo macuto y me dispuse a abrazar el mundo, a alcanzar el cielo con mis propias manos.


Y el cielo no llegué a alcanzar, pero sobrevolé la Torre Eiffel mientras flotaba en el agua y su altiva silueta se reflejaba dorada. Sola. Con París ausente.


Continué por el mar buscando mi nuevo destino y, casi sin darme cuenta, llegué a Grecia. No la de Dioses y Mitos, donde se pagaba en dracmas;  sino a la de hoy, la de deuda y  euros. Para mi sorpresa me pareció ver en la orilla el casco que luciera Ulises en la guerra de Troya. Pueblo ayer triunfante y hoy herido a fuego y lamento.


Y el mar me trajo reflejos de fuego. Vulcano encendía su fragua y una vez más, una isla blanca se inflamaba en el océano y despertaba su cráter dormido.



Me lo contaba un masai en la sabana, al pie del Norongoro, donde nadie ha visto nunca entrar en erupción ninguno de los muchos volcanes de la zona. Todos duermen desde hace cientos de años. ¡Qué raro, el me hablaba en Maa y yo le contestaba en Swahili…!

Al amanecer llegué a tierras hindúes. Lo supe porque, de pronto, al clarear, me encontré una imagen de Shiva, el Tri-murti, las tres formas, la Trinidad Hinduista. Paradójicamente, en un país tan poblado y caótico, un sorprendente y relajante silencio lo invadía todo.


De repente, unos fuertes golpes metálicos  me sacaron de mi sosiego. Dos caballeros con armadura y escudo en ristre, defendían espada en mano un hermoso castillo. Reconozco que  me hizo ilusión la visita al Medievo. Viajar en el tiempo siempre ha sido un anhelo del ser humano.


Después de las justas, me retiré a una pinacoteca a disfrutar con tranquilidad de la contemplación  del arte. Así pasé un buen rato, hasta que…  ¡me sobresaltaron los personajes saliendo de los cuadros! ¡Hasta las Meninas abandonaron el lienzo!

Ahora, tras el brusco regreso, estoy con insomnio, intentando ver las estrellas a través del techo de mi habitación.

Fotos realizadas en diciembre de 2012

viernes, 7 de diciembre de 2012

Bleu

Cuando contemplo imágenes en cuyos colores predomina el azul, inevitablemente me acuerdo de la maravillosa película “Bleu” de la trilogía del director Krzysztof Kieslowski interpretada por una sublime Juliette Binoche. Pero, inevitablemente, también me vienen a la memoria la luz de multitud de amaneceres, justo antes que salga el sol.
 


Sin embargo, los atardeceres, los espectaculares atardeceres, suelen ser siempre en tonos rojizos; pero captar, precisamente, los tonos azules que produce la caída del sol nos puede aportar un buen número de satisfacciones. Es el momento en que el día se queda en calma antes de que la oscuridad lo invada todo, es la hora del adiós a los hombres de la mar que faenan a la luz de los focos, del adiós a los que dirigen su rumbo a tierras inglesas o con buen viento a la seguridad de un amarre en puerto. Es un momento para contemplar, para pasear la arena… para respirar el azul. Un azul que, cuando la noche apague el paisaje, se resistirá a desaparecer aunque para ello tenga que colgarse de los rebordes de una fachada y competir con las luces de la ciudad.
 



Fotos realizadas el 6 de diciembre de 2012