…entre verdes infinitos, encima de las tumbas, en lo alto de
las almenas… viajando por el Medievo. Y todo en una sola jornada y por una espectacular geografía
de valles y montañas jalonadas de pueblos con historia.
Desde el castillo Alto Medieval de Arreba, construido cuando el reino de Pamplona –posteriormente de
Navarra- llegaba hasta este rincón de las Merindades burgalesas, se contemplan
los territorios del valle de Zamanza y el valle de Manzanedo. Estratégicamente
construido en la afilada Sierra de Navas, y aunque solamente conserva un par de
lienzos de sus muros, la ascensión hasta allí es obligada para contemplar el
paisaje y, de paso, la ruta a seguir.
Ruta que continúa por bosques y praderas, bajo la escarpada
ladera opuesta del castillo, hasta el pueblo de Consortes, prosiguiendo después hacia
el norte, por la ribera del Trifón, hasta
Lándraves. Justamente donde este río recibe las aguas del Serna, junto a un
puente de madera, la ruta continúa de nuevo hacia la cadena rocosa -de apariencia
infranqueable- para, sorprendentemente, atravesarla por un estrecho desfiladero
que obliga a caminar por el cauce, un lugar conocido como Las Palancas.
De nuevo encinar y praderas hasta Munillas, pueblo casi
emboscado, donde el pasado se quedó para siempre en forma de enterramientos
antropomórficos tallados en la roca. Su colocación orientada al este nos habla
del origen medieval de la necrópolis que, según la creencia de aquella época, el día del Juicio Final los muertos se incorporarían mirando al amanecer.
El cielo se oscureció y en la lejanía sonaba la tormenta
cuando nos dirigíamos a Crespos, pueblecito cuyas casas han sido magníficamente
restauradas conservando en sus muros de piedra la elegancia de antaño. La
guinda de este interesante grupo arquitectónico la pone la pequeña, pero muy
coqueta, iglesia románica.
Cerramos el círculo volviendo al inicio de la ruta, por
Arreba y su barrio de la Iglesia, en la siempre sorprendente montaña burgalesa
y los Cañones del Ebro.
Fotografías realizadas el 21 de mayo de 2016