La costa oeste marroquí, plagada de largas y solitarias
playas bañadas por el Atlántico, son la parte menos conocida de este país.
Prácticamente todos los operadores de turismo ofrecen lo mismo como si fueran experiencias
originales (raid en moto o coche, montar en camello, yoga, ascensiones en el
Atlas, noches en jaimas (haymah), paseos y atardeceres en el desierto…) ,
además, en las mismas concurridas zonas y, casi siempre, siendo la saturada de
turistas ciudad de Marrakech como el punto partida.
Desde la época hippie, algunos pueblos de la costa fueron
elegidos como lugar de residencia de un puñado de extranjeros por la proximidad
del mar, la tranquilidad y el magnífico clima. Hoy en día, acuden además los
amantes del surf.
De especial interés son las desembocaduras de algunos
ríos por su riqueza medioambiental y que han sido declarados Parques
Nacionales. Es el caso de Merdja Cerka (Laguna Azul) que se alimenta de las
aguas temporales del oued Drader y forma un humedal de importancia internacional
por su extraordinaria riqueza ornitológica y lugar esencial del corredor migratorio de las aves.
Otra oportunidad que brinda la zona costera, si además
llevas varios días viajando por el interior del país, es disfrutar de menús de
pescado en restaurantes o asadores y dejar unos días los menús a base de los
riquísimos tajines ofrecidos tan insistentemente al visitante.
Todas las playas están orientadas lógicamente al poniente
por lo que los atardeceres son espectaculares. Tras la jornada de playa o
acudiendo a los espigones, no es raro encontrar a mucha gente contemplando las
puestas de sol. En Moulay Bousselham y ciudades como Essaouira, junto a locales y
visitantes, pudimos disfrutar de ese momento especial cuando los muelles, los
barcos de pesca, los acantilados y los arenales se van tiñendo de los tonos
cálidos del ocaso y el sol se oculta en el horizonte.
Marruecos (6)
Fotografías realizadas del 10 al 12 de abril de 2024