martes, 25 de febrero de 2020

A veces





A veces la jornada empieza con el cielo cubierto, nevando, y con los rebecos muy cerca rebuscando alguna hierba que no haya tapado la nieve para llevársela a la boca. Piensas que no es el día, que la montaña debe esperar. Luego, como por arte de magia (o por capricho de la meteo), se abren las nubes, brilla el sol y el azul del cielo se nos antoja más intenso que nunca. El día apropiado para disfrutar de las crestas nevadas, de las montañas invernales.
Otras veces, el cielo despejado y el cálido sol mañanero hace presagiar una jornada luminosa e intensa y, aunque la nieve ha disminuido considerablemente en las últimas fechas, el día augura buenas ascensiones. Sin embargo, las nubes aparecen, empieza a soplar el viento y nos obliga a abrigarnos. Cuando las ráfagas se intensifican y arrastra nieve, la montaña muestra su cara más dura. La ventisca es la señal clara de que debes volver al valle y renunciar por esta vez a tus objetivos.
Así es la alta montaña, así son las cosas en los Picos de Europa. Por eso, y por su espectacular orografía, es por lo que a mi me tiene cautivado.









































Fotografías realizadas el 8 y el 15 de febrero de 2020

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