lunes, 13 de agosto de 2018

El gran teatro


Se abre el telón. Despacio, como cada mañana. El escenario se va descubriendo poco a poco. Gigantesco, grandioso, espectacular. Sin duda, creación de dioses y el lento esculpir de hielos y tempestades. En acción los efectos especiales. Se enciende el sol para crear sombras y se aprecie el relieve y se esparcen aquí y allá unos neveros para dar mas credibilidad a la escena. Alguna flor alpina por algún rincón, un par de bonitos lagos, algún rebeco por las peñas… Hoy no habrá nieve ni lluvia, solo luz y algo de brisa ¡Comienza el espectáculo! Entran en escena los actores. Pequeños, inapreciables en tan monumental montaje. Caminan despacio, apenas intercambian palabras, no hace falta texto en esta obra, todos conocen el guion, actores y espectadores son uno, se interpretan a sí mismos. Aquí no se contempla una función, se vive la representación, el libreto se va adaptando a las vivencias personales y creando la propia historia con momentos monótonos y también álgidos, tensos, dichosos… según el deambular por los decorados. Momentos, horas, jornadas... donde los actores denotan esfuerzo, sudan, descansan, expresan temor, satisfacción… Cada actor pone su ritmo a la historia, su cadencia, hasta la apoteosis final y con el desenlace, como en cualquier teatro que se precie, vuelve a cerrarse el telón. Actores y espectadores regresan de nuevo a sus hogares esperando con impaciencia la próxima función.


























Fotografías realizadas el 28 de julio de 2018

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