domingo, 2 de octubre de 2016

A una siesta de distancia






























Desde que entre nubes divisamos la ría de Mogro y la playa de Valdearenas al despegar, hasta el aterrizaje en el aeropuerto de Lisboa transcurre una siesta. Una siesta como la que disfrutó el bebé de siete meses que viajaba en brazos de su madre – cántabra residente en Lisboa- en el asiento anterior al nuestro. Una hora de vuelo, por las ocho horas de viaje que necesitaban antes madre e hijo para visitar a su familia ¡Que se mantenga por mucho tiempo! deseamos al despedirnos. Deseo que compartimos por ella y por los que, de vez en cuando, nos gusta volver a pasear calles y rincones lisboetas. Y es que esta ciudad, ahora en proceso de evolución, sigue manteniendo ese aire nostálgico y decadente de las que fueron capitales de un imperio marítimo y colonial. Una vez mas, por sus calles se me olvida que recorro una capital europea para sentir el calor y la tranquilidad de la vida de barrio y la sencillez de sus gentes. Los aires capitalinos, que también los hay, no acaparan en exclusividad protagonismo para el viajero y nuevos aires creativos, sociales, gastronómicos… van surgiendo aquí y allá para complementar y enriquecer la ciudad, para dar nueva vida a sitios y locales abandonados. Por eso yo quiero volver, en dos o tres años, para ser testigo de esa evolución y disfrutar de la vieja/nueva Lisboa.

Ría de Mogro y playa de Canallave























 Puente de Vaco de Gama, Parque de las Naciones y aeropuerto de Lisboa























 Vista general de Lisboa





















 Belém: Monumento a los Descubrimiento, Monasterio de los Jerónimos y Centro Cultural

















































Fotografías realizadas en septiembre de 2016

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