Siempre me ha dado pena ver caerse las casas, ver como las
goteras van destruyendo las vigas, como cede el tejado y se van derrumbando los
muros. Así que llegar a un pueblo abandonado en medio de un abrumador silencio,
con fuentes sin agua, donde la maleza empieza a cubrir las ruinas, el monte se
come las terrazas de cultivo y el trébol de los prados apenas consigue asomarse
entre las zarzas, además de tristeza, me hace pensar en el esfuerzo y el
trabajo derrochado por las generaciones pasadas empeñadas en sobrevivir por
estos lares hoy abandonados. Inevitable recordar letras de canciones de otras
tierras que sufrieron el abandono de numerosos pueblos…
“Por esta ventana hoy tan sombría,
en otro tiempo nanas se escuchaban cantar…”
“…Saludo a todos los que aquí vivisteis,
pisamos con respeto vuestro umbral.
Viejos señores que la casa hicisteis,
¡cuántas generaciones habéis visto pasar!...”
(La casa caída-Ronda de Boltaña)
Fueron tierras productivas ganadas palmo a palmo al
monte, el mismo que proveyó a sus moradores de caza y leña para la lumbre, y que hoy lo recupera
de nuevo engullendo los restos de antiguos hogares, establos y callejas… final
de un ciclo, como el que anuncia el paisaje otoñal que atravesamos y que, pese
a que nos regala un día soleado, nos anuncia ya el invierno que por estos lares será, a buen
seguro, de mucha nieve y mucho frío.
En la ruta encontramos el lugar de Moroso donde, allá por
los años sesenta del siglo pasado, el último habitante echó el candado y marchó
hacia la ciudad en busca de mejor vida. O Candenosa, si hubiera algún vecino
empadronado seria el pueblo mas alto de Cantabria (1.150 metros de altitud sobre
el nivel del mar), donde hoy quedan solo las casas y algún proyecto de
rehabilitación que ojalá llegue a buen fin y haga retornar la vida en el
estío.
Moroso
Candenosa
Ambiente muy distinto el que se respira en Sotillo, con
casa-torre que dicen fue del abuelo de Calderón de la Barca y donde las fuentes
tienen agua; Valdeprado, con el consultorio médico de la zona y donde verdean
los prados; Hormiguera, con bar y algún niño que alegra el ambiente tranquilo
de callejas y casas de piedra… pueblos pequeños donde se sigue tendiendo ropa al sol y
continúa la vida tranquila, la que siempre se vivió en estos lugares, sobre
todo porque lo hacen posible los que aún continúan allí y los que no se han ido del todo.
Fotografías realizadas el 7 de noviembre de 2015
Me han gustado mucho tus palabras Pedro.
ResponderEliminarGracias Simon, siempre tan generoso con tus comentarios
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