domingo, 10 de noviembre de 2013

Un alejado rincón... amenazado


Desde Pandillo, último rincón de los Valles Pasiegos, rodeado de las espectaculares pendientes en las estribaciones del Castro Valnera, se accede al Cerro de la Vara y Colina, una de las zonas menos conocidas y más representativas de la orografía pasiega.







Desde allí, se observa con claridad cómo el hombre ha trasformado el paisaje para un mejor aprovechamiento de sus recursos destinados a la obtención de pastos. Inmensas laderas herbáceas, casi verticales, que el viento peina y que rebaños de ovejas y vacas  aprovechan cuando se retiran las nieves. En las praderas de Ruyemas, a golpe de vista, se aprecian las señales de las antiguas lenguas glaciares, ya trasformadas por el tiempo y cubiertas de abundante hierba, las separaciones de prados con  muros o, incluso, el amontonamiento de piedras para limpiar las praderas. La masa arbórea sólo ocupa las pendientes inaccesibles, las lindes o la orilla de los arroyos. Encima de las praderas, durante la época del deshielo, una sucesión de cascadas dan un toque espectacular a las paredes que rodean el circo glaciar. Todo esto salpicado aquí y allá de cabañas de original arquitectura pasiega que aprovecha sabiamente la inclinación del terreno, donde ganado y personas conviven en verano para bajar a la casa vividora del valle en el invierno. Así cada año, manteniendo "la muda” como costumbre ancestral de trashumancia.

















Fotos realizadas el 26 de octubre de 2013

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