miércoles, 26 de diciembre de 2012

Escudriñando el perfil del horizonte


Desde los altos de Arnedo, cerca de las ruinas de La Florida, poblado abandonado en el siglo XX por el cambio de ubicación de las labores mineras, se contempla el valle del Nansa. Río encajado entre las  montañas campurrianas, que hacen llamar Braña Vieja, y la sierra de más digna de veneración, la Peña Sagra, sus aguas, retenidas arriba, en La Cohílla, cuando apenas es un arroyo, generan energía en la sucesión de “saltos” que llevan su nombre y riegan las praderas donde pastan vacas, ovejas y cabras y que fueran habitadas desde que los hogares eran cuevas, como ha quedado grabado en Micolón y Chufín, y se cazaba con flechas por Tres Peñas y los Picos de Ozalba.

Desde Arnedo cuando el aire es trasparente como éste día que por aquí nos acercamos, también se ve el paisaje calizo que dejó la deforestación, distinguiendo fácilmente los Picos de Europa, los Macizos Oriental y Central, con las cumbres de El Samelar o El Urriello, y las montañas de Lamasón y Peñarubia y su máxima altura en el Gamonal.  







Por la tarde, de regreso a la costa, nos acercamos a San Vicente de la Barquera, villa marinera que siempre uno desea pasear. Como la marea se llevó las aguas, sus barcos se recostan en la arena a la espera que regrese el mar. Cae la tarde y el cielo se tiñe de fuego, entonces las nubes encienden el agua por La Maza o Brazo Mayor. Es justo ese momento entre el día y la noche  cuando el aire se queda en calma, el paisaje nos hipnotiza y nos quedamos largo rato escudriñando el perfil del horizonte.


Cuando por fin volvemos la mirada, la noche comienza a rodearnos y las farolas ya se disponen a iluminar nuestros pasos.

Fotos realizadas el 22 de diciembre de 2012


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