Ocurrió en Udaipur, una ciudad rodeada por el lago Pichola y las islas Jadniwas y Jagmandir con sendos palacios de majarajas, y con un enorme palacio y multitud de templos, donde cada noche parece una fiesta por los fuegos artificiales que estallan en sus ritos.
Habíamos recorrido la orilla observando cómo se aseaban y lavaban la ropa y callejeado después hacia la parte alta de la ciudad. Fue al lado de un templo donde los ricos llevan comida para los que no tienen y cumplir el precepto de ayudar al necesitado. Una fila de mendigos comía en el suelo. Niños y mayores parecían ejecutar un ritual. No quería interferir en ese momento y no hacer fotos, como hasta ahora, de la gente que vive en la miseria pero, de pronto sin saber por que, enfoqué a una mendiga y ella al verme se detuvo posando y me sonrió. Disparé la foto, la devolví la sonrisa –namasté- y ella siguió comiendo ya sin la sonrisa. Es posible que fuera la única vez que sonrió en todo el día.
Fijándome en las fotos, te tienen que hacer chirivitas los ojos con tantos colores y tan fuertes. Acostumbrados como nos tienen a los colores "deslavaos". Disfrutalos y ten cuidado con las retinas. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracia por tu relato y por hacernos partícipes de tu viaje. Me ha emocionado la imagen de la mujer. Es curioso... tú sentiste que te entrometías en su privacidad -esa que realiza ante la mirada vacía de cuantos la rodean- y ella, sin embargo, descubrió complacida a alguien que le prestaba atención.
ResponderEliminarUn abrazo grande grande. No dejes de contarnos cosas.