Para vivir la vida intensamente no es necesario un gran
petate, cuando te pones el mundo por montera con una mochila ligera te sobra
porque para los largos viajes es mejor equipaje ligero y llevar la casa a
cuestas debe resultar liviano para disfrutar intensamente del camino. Esa casa
que es refugio de tormentas, ventiscas y tempestades. Hogar en el que dormimos
sin sobresaltos a pierna suelta cuando la vida nos sonríe y cuando la puerta
permanece abierta a nuestra voluntad para salir a beber los días o nos llegue aire
fresco y esperadas compañías.
Hogar que puede tornarse un pesado petate con el que nos
cuesta vivir cuando se convierte en nuestra reclusión, sus cuatro paredes se
convierten en murallas de piedra y se nos antoja una pesada carga que nos provoca
flaqueza y tristeza. Pasan los días, sale el sol, llueve y vuelve a salir el
sol y miramos la puerta cerrada con la esperanza de que se abra por fin, que entre
aire fresco y salgamos de nuevo a perseguir la luz.
Fotografía realizada desde el balcón en abril de 2020
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