Cruzando el puente Sisto se llega fácilmente al casco
antiguo de Roma y, como siempre, procurando evitar las avenidas mas
concurridas, recorremos las calles estrechas explorando recovecos y rincones,
descubriendo aquí una tienda de zapatos hechos a mano (¡con diseños y acabados
impecables!), allá una coqueta tienda de jabones y perfumes, de artículos de
cuero, de ropa, de alimentación… hasta un puesto callejero de castañas asadas.
Estas calles, sin tanta presencia de visitantes y donde discurre la vida
cotidiana de lugareños, nos llevan hasta el Campo de Fiori. En esta animada
plaza, antiguo prado florido, tiene lugar un popular mercado donde encontrar flores,
aceites, especias, hortalizas, frutas y verduras, además de alcachofas,
estrella de la cocina romana, que amablemente te pelan e impregnan de limón
–para evitar la oxidación- dejándola lista para cocinar. Pero antes de
mercado, esta amplia plaza fue escenario de ejecuciones públicas, como la del
filósofo Giordano Bruno que fue quemado vivo por hereje. En el lugar donde
ardió la hoguera, una estatua suya preside la plaza sobresaliendo de los
puestos del mercado.
Junto a la isla Tiberina, en el rio Tiber, se encuentra el
antiguo Gueto judío con las columnas del templo de Apolo y de Bellona
recortadas sobre el Teatro Marcelo y la Sinagoga. Por sus calles abundan los
restaurantes khoser y pequeñas tiendas. Zigzagueando por ellas se descubren
iglesias –en Roma hay mas de novecientas- y pequeñas plazas. En una de esas
plazas está la fuente “delle Tartarughe” –de las tortugas- una de las muchas
fuentes que se pueden encontrar en esta
ciudad, desde los modestos grifos para saciar la sed de los viandantes que se
hallan en cualquier esquina o monumentales como las famosa Fuente de los Cuatro Ríos una de las tres que hay en la plaza Navona o la espectacular y
cinematográfica “Fontana de Trevi”.
Fotografías realizadas en octubre-noviembre de 2017
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