La importancia de los viejos caminos se aprecia aún hoy en
día por el encachado con el que fueron construidos y de los que se conservan
algunos lienzos donde el itinerario no
coincide con las actuales carreteras. El número de ventas repartidas en su
trayecto, de las que apenas se conservan en algunos casos más que el nombre del
lugar o unas piedras de sus muros, son también, además de indicadores de su
trazado, importantes muestras del numeroso trasiego de mercancías por
pendientes y brañas, de aldea a aldea, de valle a valle.
Recorriendo las viejas rutas de carreteros, es fácil
imaginar las largas jornadas de los tiros de caballería o las parejas de bueyes
escalando la orografía cántabra en continuo esfuerzo y descendiendo la ladera
opuesta reteniendo las carretas con la galga apretada a las ruedas para evitar que
les pasara por encima carro y mercancías. Y delante, ahijada en mano, el
carretero alentando al tiro o la yunta y
pendiente de que no se saliera del eje una rueda o se rajara la madera con las
que estaban hechas, las antiguas macizas y más pesadas, pero más robustas, y
las modernas de radios y más ligeras.
Con el tiempo, las fortalecieron y las
hicieron más duraderas añadiendo un aro
de hierro en el borde de rodadura. En sacos y barriles viajaban las mercancías,
y algunos odres y fardos, bien amarrados con sogas de cáñamo no fuera que con
el traqueteo se perdieran por el camino. Siempre deseando llegar sin
contratiempos a la siguiente venta donde a los animales les esperaba agua y comida y al boyero
reposo, jarra de vino y plato caliente.
Uno de esos caminos unía por los montes de Lamasón el valle
del Nansa y Liébana. Aún está el encachado libre de asfalto arriba de La Fuente, y desde
Carracedo al collado de Pasaneo, asciende laderas por la Venta de los Lobos y
Traslaventa para después bajar a San Pedro de Bedoya. Aunque no cayó en desuso
hasta la segunda mitad del siglo XIX, el paso entre ambas comarcas por esta
ruta supera los mil metros de altitud, lo que le convierte a menudo en
territorio de abundantes nieblas y de ventiscas invernales. Su recorrido nos
permite hoy imaginar aquellos desplazamientos, sus esfuerzos y penurias, lo
lento que nos resultan hoy los viajes de antaño y descubrir los impresionantes
y agrestes parajes por donde discurrían.
La Fuente, en Lamasón
Camino a Carracedo en la ruta a Liébana
Invernales y brañas de Carracedo
Camino hacia Traslaventa
Llegando a la braña de la Venta de los Lobos, territorio de nieblas
Venta de los Lobos
Valle de Peñarrubia
La Sierra de las Cuerres, entre las nubes, desde el collado de Carracedo
Retorno a La Fuente. A la derecha, la actual carretera que une Puente Nansa con La Hermida
La Fuente y Los Pumares desde Burió
Fotografías realizadas el 12 de abril de 2014
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