El verdadero viajero, al igual que el lugareño buen
conocedor de su tierra, mira cada mañana al cielo. Mira si lucen cirros o
amenazan oscuros nimbos, observa si sopla el levante o el poniente, y es que no
es lo mismo andar los sitios con paraguas o con sombrero.
Sabíamos todos que por estos lares que habito, el clima está
condicionado por la proximidad del mar a la cordillera, y eso hace que la
humedad del Cantábrico no pase a la península y termine regando el paisaje. Así
está siempre tan verde. También conocíamos que en días estivales aparecían
nieblas costeras algunas mañanas y que, generalmente, desaparecían por las
tardes. Y lo dice el saber popular: “mañanas de nieblas, tardes de paseo”.
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Peninsula de La Magdalena (25 de julio de 2012) |
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Bahía de Santander (25 de julio de 2012) |
Hoy he conocido el fundamento científico de éste fenómeno.
Un “hombre del tiempo”, no de los que salen por la tele sino de los que, día a
día, interpreta datos y mapas para adelantarnos “lo que hará mañana”, nos ha
dado la explicación. Cuando sopla el nordeste varios días seguidos, ese viento que
despeja los cielos y permite disfrutar de la playa, desplaza la capa superficial
del agua del mar, más cálida, lejos de la costa y su lugar es ocupado por agua profunda,
más fría, y que provoca la concentración de niebla. Esto ocurre especialmente
en la costa asturiana y cántabra, no así en la costa vasca ya que, al estar en
el interior del Golfo de Vizcaya, no hay desplazamiento y el agua permanece más
caliente.
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