Es el título de una bonita película de Iciar Bollaín, pero no deja de ser uno de los elementos que hacen del paisaje de mi tierra un universo de verdes y frescor. Ya sabemos que el sol es vida, pero últimamente durante muchos días mirábamos al cielo con la esperanza de que las nubes nos proporcionaran el agua que alimentara nuestros arroyos y ríos para que tierra, flora, fauna y humanos no llegáramos a tened sed en el estío. Y es que el agua, tan vital y deseada cuando escasea, convierte además muchos rincones en paraísos para el disfrute y la relajación, proporciona formas de vida fuera de las grandes urbes, esculpe el paisaje y el subsuelo y nos hace sentir aliviados cuando cumple su ciclo natural. Por fin, también la lluvia acudió a su cita.
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