Entre algodones
Shakhrisabz (antigua Kesh) es la ciudad donde nació Tamerlán y que nos describió Clavijo como lugar muy verde y con muchos arroyos donde se cultivaba viñas, frutales, algodón y melones. También describió el Palacio de Ak-Saray, forrado de ladrillos vidriados en tonos azules (del que actualmente solo se conservan los pilones del arco del antiguo portal que dan idea de lo grandioso que fue el edificio), y las mezquitas y mausoleo del complejo Dorut Tillovat.
Amir Timur, Tamerlán, (1370-1405), considerado uno de los líderes mas brutales, conquistó un gran territorio de Asia, creando un imperio que llegaba desde Delhi a Moscú y desde la cordillera Tian Sham hasta Ankara y Damasco (al Mediterráneo). Su muerte, al frente de un gran ejército que se dirigía a China, impidió que cumpliera su último objetivo de conquistarla y aumentar sus dominios hasta el Pacífico. Hizo de Samarcanda la capital de su imperio que, además, era la encrucijada de muchas de las rutas comerciales –y, consiguientemente, de intercambio cultural y de conocimientos- que atravesaban Asia Central. No es de extrañar que el destacado matemático y astrónomo Ulugh Beg, nieto de Tamerlán y gobernador de Samarcanda, construyera aquí su gran observatorio y concluyera en 1437 que el año solar tenía 365 días, 6 horas, 10 minutos y 8 segundos, con tan solo un error de 58 segundos con respecto a las mediciones modernas. Esta ciudad ya había llamado la atención por sus cultivos, la riqueza comercial y su arquitectura a Ruy González de Clavijo, allá por 1404, que se explayó en describirla en sus escritos y por lo que, quizás, ha quedado en la memoria colectiva –la única que popularmente se recuerda en nuestro país, aunque no sepamos situarla en un mapa- como una ciudad exótica y mágica. En los últimos años, ciudadanos de Turquía y de países árabes realizan escapadas de fin de semana a Samarcanda creando un flujo de turismo que el gobierno quiere potenciar para lo que ha construido en las afueras un complejo con hoteles, talleres artesanos, un centro de congresos, reproducciones de edificios medievales (“La Ciudad Eterna”) y un canal para pasear en barca, todo rodeado de prados verdes, y que han dado en llamar “Silk Road Samarkand”. También ha convertido –a diferencia de los edificios históricos de otras ciudades- la famosa y espectacular plaza Registán, con sus tres madrazas, en un espectáculo nocturno de luces de colorines cambiantes y música en bucle de, al menos en mi opinión, discutible gusto.
Mausoleos de Shahi Zida
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