Sin lugar a dudas, de toda la fauna alpina, la figura del
rebeco resulta la silueta más representativa de los Picos de Europa. Su
habilidad para moverse por el abrupto relieve de estas montañas, descender a
gran velocidad por paredes verticales, escalar a grandes saltos por pedregales
y escarpados sorprende y produce una inevitable admiración. De siempre ha sido por
naturaleza muy esquivo, ante la presencia humana inmediatamente salía corriendo
y se alejaba rápidamente. Divisarlo siempre ha resultado difícil y contemplarlo
de cerca casi imposible. Pero afortunadamente, la relación de los humanos con
la naturaleza ha ido cambiando en las últimas décadas y, tras varias
generaciones sin ser cazados o acosados, el Rey de Picos ya no es tan huidizo
ante la presencia de montañeros. Ya, la mayoría de las veces, tras comprobar
que no corre peligro, continúa pastando o tumbado refrescándose en algún
nevero. Aunque más acostumbrados ya a su grata presencia, siempre su encuentro
obliga a detener el paso y contemplar su elegante silueta trepando por las
peñas.
Pero para mi asombro, recientemente me ha sorprendido la
gran confianza que mostró con nosotros un ejemplar en el Collado de La Padiorna.
Sin duda, motivado por una gran curiosidad no dudó en acercarse a observarnos
mientras reponíamos fuerzas después de nuestra ascensión. Durante un rato nos
observó atentamente trazando un semicírculo yendo y viniendo a unos quince
metros de nosotros. Fue inevitable que captara también nuestra atención así que
nos observamos mutuamente todo el tiempo con similar curiosidad. Después, serenamente se alejó
un poco y se puso a comer con toda tranquilidad sin preocuparse ya de intrusos
que, mochila a la espalda, son cada vez más asiduos por sus dominios, pero eso
sí, solo disparando las cámaras y cazando su silueta sobre las rocas.
Fotografías realizadas el 13 de julio de 2019
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