domingo, 5 de marzo de 2017

Hace veinticinco años


Sonó el teléfono: “¿Quieres ir a la Amazonia?” La respuesta os la podéis imaginar…
De aquello hace ya –nada mas y nada menos- que ¡25 años! Lo que no sabía al responder aquella pregunta era que mis anhelos de conocer otros parajes fueron ampliamente superados por las experiencias vividas, por lo que me enseñaron las personas que allí encontré, por los descubrimientos que anteriormente ni imaginaba sobre, paradójicamente, el mundo al que pertenezco –el llamado primer mundo- visto desde la realidad cotidiana de los pobladores del “tercer mundo” y que me supuso la confirmación de mis temores.
Comprobé cómo, sin darnos cuenta o no queriendo saber, muchos de nuestros actos  contribuyen a que mercaderes sin escrúpulos y especuladores creen miseria aprovechándose de situaciones de ventaja, abusando de los que producen sus mercaderías, explotando personas y medio ambiente o, directamente, saqueando. Vi tirar desechos de petróleo en los ríos, vi las excavadoras avanzando sin miramientos asolando la selva y apoderándose de los territorios en los que han habitado los indígenas desde tiempos inmemoriales generación tras generación, vi la deforestación indiscriminada para crear cultivos de palma  y la destrucción de los manglares para la cría de langostinos a costa de de dejar sin recursos a los pobladores de la zona que tenían su sustento en la pesca que les proporcionaba tan rico hábitat. Descubrí un país rico en recursos y empobrecido por multinacionales con la complicidad –siempre necesaria- de personas locales sin escrúpulos ni ética.
Entendí los aspectos mas oscuros y nefastos de un mundo global. Cómo el capricho o la moda de comer o usar un producto de esas zonas, incentivado por campañas bien orquestadas por los que se lucrarán sin ningún escrúpulo, originan que las personas que llevan usándolo tradicionalmente como lo hicieron sus padres y los padres de sus padres se vean privadas de ese imprescindible recurso porque se encarezca o sea totalmente absorbido por la demanda exterior.
Por el contrario, tanto en las distintas comunidades indígenas (Quichuas amazónicos, Quichuas de la Sierra, Chachis, Tsáchilas,… o en el resto de Ecuador), conocí a admirables personas, de un alto nivel ético, generosas y comprometidas con la justicia y combatientes de las desigualdades. Respetuosas para con los demás y trabajadoras por un mundo mejor para sus conciudadanos. Y, sobre todo, una vez mas, volví a comprobar cómo la gente mas humilde es la mas generosa y hospitalaria, la que comparte todo lo que posee.

Beatriz Gualinga con su nieto. Nos preparaba deliciosos menús mientras nos contaba la historia de su pueblo en Sarayacu, junto al río Bobonaza, en Pastaza, el Oriente (Amazonia)


 Niños Quichuas de Sarayacu

                       Mujeres Quichuas de Cayambe (Sierra andina)
 Grupo Quichua en Ambato

 Mujeres tejiendo en la Sierra (Imbabura)























 Indígenas Chachis de Santo Domingo de los Colorados

















































Población Negra de la Costa de Esmeraldas (Borbón, desembocadura del río Cayapas)





















































Remontando el río Cayapas en la selva de Esmeraldas

Joven Tsáchila lavando en el río (Zapallo Grande)

 Mujeres Tsáchilas tejiendo cestos en plena selva de Esmeraldas


























Playa de Atacames (Costa del Pacífico)


Del siglo pasado (17)

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