Viajar es explorar, empaparse de los lugares, del paisaje y
el paisanaje, a veces incluso –a diferencia del turista- prescindiendo de
lugares populosos que aparecen en todas las guías. Lisboa es territorio para explorar, ciudad
paseable donde las haya, que ofrece siempre nuevos lugares, que permite, una y
otra vez, nuevos y agradables descubrimientos. Y es que, entre calle y calle,
por las “calçadas” y los “becos”, puede perderse el viajero en amenos paseos y sugestivos
descubrimientos.
Pero Lisboa es también música. Además de un extenso programa
público y privado casi diario, aquí y allá se encuentra músicos ofreciendo lo
mejor de su arte por la voluntad o unas guitarras portuguesas junto con un cantante de
fados atrayendo a clientes hacia la terraza donde cenar. Por eso, cuando te
pierdes por sus calles, a veces terminas siguiendo las notas que oyes tras una
esquina y, sin querer –afortunadamente-, mezclándote con lugareños en un
escenario popular –“palco” que se dice en portugués- como el que tiene la
asociación “Mouradia” y donde actuaba la cantante y compositora brasileña Jord
Guedes.
Conciertos gratuitos – o por lo que cuesta una cervecita que
el ambiente te anima a tomar- donde hacer nuevos descubrimientos como los buenísimos
músicos cubanos de “Havana Way”. Marchosos ritmos cubanos interpretados por
Yanier Martines (bongós y voz), Víctor Zamora (teclado) y Leo Espinoza (tocando
el bajo con una mano y la percusión con la otra) con improvisaciones de jazz
como cuando -de entre el público- invitaron a acompañarles al músico portugués Salvador
Sobral.
Pero no hay buen menú sin el remate de un gran postre y esta
visita a la “Ciudad de la Luz” lo tuvo, aunque de noche, en el Terreiro do Paço
–Praza do Comerço- disfrutando con la Orquesta Gulbenkian, dirigida por
Jean-Marc Burfin y el pianista Mario Laginha, interpretando –entre otras
piezas- Rhapsody in Blue ante una multitud silenciosa.
Fotografías realizadas en septiembre de 2016
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