Aunque hace miles de años que desaparecieron los glaciares
de la geografía cántabra, aun se puede leer en su paisaje la posición que
ocuparon. Pese a que, con el inexorable paso del tiempo, la lenta pero
constante erosión y la ocupación de las actuales especies vegetales han
modificado en parte el aspecto orográfico de algunas zonas, su profunda huella grabada por la capa de
hielo no ha podido ser borrada.
|
Valle formado por la lengua glaciar. En la zona nevada se aprecia el circo glaciar |
|
Las curvas de nivel dibujan claramente dónde se encontraban dos de los glaciares |
En la Sierra de Hijar, por el Cuesta Labra, se aprecian
varios de éstos valle glaciares que lugareños y cartógrafos les dieron en
llamar Cuencas. Las rocas que rodeaban el circo, la forma en U del valle que
fuera lecho de la lengua glaciar y los sedimentos amontonados de su morrena dibujan
claramente hoy en día por donde se extendían. Como la Cuenca de Bucer, a donde
nos dirigimos para ver como se pintaba el bosque de otoño, ya que por esas
cotas, más de 1500 metros sobre el nivel del mar, se adelanta la entrada de
ésta estación. En efecto, el bosque, con abundancia de abedules y acebos, ya
lucía los tonos amarillos, ocres, rojizos… Pero también las alturas se habían
blanqueado de nieves para que, ensimismados del tal colorido, no olvidásemos la
proximidad del invierno y sus fríos, aunque éstos ya se hacían patentes por la
noche, a juzgar por los hielos de los arroyos.
|
Valle de Campoo desde el camino que asciende a Bucer |
|
La Sierra de Hijar con el relieve originado por el glaciar de Bucer desde el bosque |
|
La nieves recientes destacan aún más el relieve de la Cuenca |
|
Circo glaciar. A la derecha, escalón por donde descendia la masa de hielo formándo la lengua |
|
Desde el circo glaciar, la lengua y la morrena.
Al fondo Abiada y Villar y el Piquiliguardi (1.817 mts.) |
|
Valle originado por la lengua glaciar, cerrado al fondo por los restos de la morrena |
Todo el día nos acompañó el Arco Iris para poner más color al
paisaje o para advertirnos del tiempo cambiante, otro signo inconfundible de
otoño, que nos iba a regalar inicialmente una bonita luz de sol, pero
posteriormente viento y un poquito de lluvia. Al fin y al cabo, climatología de
montaña propia de la época y el lugar.
|
Fotos realizadas el 1 de noviembre de 2012 |
No hay comentarios:
Publicar un comentario