Cuando los humanos necesitaron trasladarse a otros
territorios aprovecharon los cauces de los ríos para iniciar el camino a
través de sus riberas. Eso les permitía no tener que ascender y descender
montañas y, sobre todo, les garantizaba la necesaria provisión de agua para el
grupo durante el periplo. No es extraño que, a lo largo de la historia,
conquistas, expansiones culturales o éxodos demográficos hayan usado a menudo
los caminos que dibujan los cursos de agua.
Precisamente el Ebro, que recorre gran parte de Iberia –a la
que da nombre- es un gran ejemplo de cómo en distintas épocas ha sido itinerario
de tránsito, especialmente en momentos claves de la historia. Recorrer su
orilla, desde la sierra de Hijar de donde nacen sus aguas, de una espectacular naturaleza
y gran riqueza etnográfica, hasta Valderredible donde se adentra en las tierras
altas burgalesas, además de un disfrute del paisaje, es un paseo por la
historia que, a poco que sepamos mirar, descubriremos a lo largo del recorrido.
Asentamiento romano, refugio de los primitivos cristianos, posible vía de
migración de una incipiente lengua popular aún sin escritos, lugar de gentes de
gran sentimiento religioso y monjes que les animaban a la oración…
Hay caminos también que solo lo transitaban los lugareños,
que llevaban a lugares escondidos a dónde solo ellos necesitaban ir. La ruta entre Caín y Poncebos era inicialmente
un tortuoso camino que serpenteaba encaramándose por las escarpadas laderas de
la garganta del Cares. A principios del Siglo XX, el aprovechamiento
hidroeléctrico de las aguas del río, originó que se construyera una canal a lo
largo de más de once kilómetros y con ella una senda tallada en la roca que
facilitara su fabricación y posterior mantenimiento. Con los años y con el
atractivo que tienen para la gente los paisajes naturales, especialmente los
agrestes de los Picos de Europa, la Ruta del Cares se ha convertido en uno de
los caminos más concurridos de Europa. Un paisaje espectacular, un recorrido
por el interior de una estrecha garganta de farallones de roca, una senda
cómoda en comparación con la primitiva ruta y un atrevido recorrido sobre los abismos
de la garganta lo convierten en único, donde el agua continua su lenta labor de
erosionar la caliza de los Picos de Europa.
Fotografías realizadas en octubre y diciembre de 2018 y mayo de 2019
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