Ahora que la nieve lo cubre todo por las altas cumbres,
ahora que la caliza de Picos solo asoma por las paredes más verticales y el
frío hiela las rocas, ahora se echa de menos la calidez que se disfruta
durante los días de estío, despejados y sin brisa, cuando recorriendo laderas y
crestas la reverberación del sol nos seca la boca y nos humedece la frente,
cuando al asirnos a la roca desnuda y soleada la sentimos cálida en su
aspereza. Y es que toca, rodeados de la blancura invernal, recordar algunas
jornadas del último verano por las cumbres que recorrimos, repasar algunas
imágenes que vivimos con intensidad por las montañas que tanto amamos,
rememorar cuando sentados al atardecer contemplábamos las altivas siluetas y
las irregulares cresterías que nos rodeaban y nos sentíamos tan pequeños en tan
grandioso paisaje, cuando las sombras de las paredes dibujan el relieve y el
mar, hacia el norte, convierte el horizonte en una línea recta. Y, cómo no, evocar la espectacular imagen recortada en la niebla de los escaladores y la roca en similar equilibrio.
Fotografías realizadas en agosto, septiembre y octubre de
2018
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