Necesito el mar porque me
enseña:
no sé si aprendo música o
conciencia:
no sé si es ola sola o ser
profundo
o sólo ronca voz o
deslumbrante
suposición de peces y
navios.
El hecho es que hasta
cuando estoy dormido
de algún modo magnético
círculo
en la universidad del
oleaje.
No son solo conchas
trituradas
como si algún planeta
tembloroso
participara paulatina
muerte,
no, del fragmento
reconstruyo el día,
de una racha de sal la
estalactita
y de una cucharada el dios
inmenso.
Lo que antes me enseñó lo
guardo! Es aire,
incesante viento, agua y
arena.
Parece poco para el hombre
joven
que aquí llegó a vivir con
sus incendios,
y sin embargo el pulso que
subía
y bajaba a su abismo,
el frío del azul que
crepitaba,
el desmoronamiento de la
estrella,
el tierno desplegarse de
la ola
despilfarrando nieve con
la espuma,
el poder quieto, allí,
determinado
como un tronco de piedra
en lo profundo,
substituyó el recinto en
que crecían
tristeza terca,
amontonando olvido,
y cambió bruscamente mi
existencia:
de mi adhesión al puro
movimiento.
Pablo Neruda
Fotografías realizadas el 17 de octubre de 2017
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