miércoles, 17 de mayo de 2017

En el tiempo y el viento



A veces, sin quererlo, uno se sorprende caminando en el tiempo. Como siempre, solo se escoge el punto de partida, un lugar en el mapa desde donde iniciar los pasos hacia el horizonte, ese que se va alejando según te acercas, para descubrir nuevos paisajes. Pero hay paisajes tatuados por el tiempo, territorios que guardan escrupulosamente la historia del lugar, las huellas de la historia…
Como ocurre en el Páramo de la Lora, hoy ya Patrimonio Geológico de la Humanidad, paraje de clima extremo y de apariencia inhóspito donde permanecen los rastros de los que por allí han pasado. Quizá siguen si borrarse porque en los últimos tiempos pocos habitan estos lugares, sitios duros de vivir, de limitados recursos e incierto futuro para los que permanecen.
Páramos que ya habitaron humanos del Neolítico (4.000 años a. C.) y que nos dejaron sus muertos bajo un dolmen, de la treintena que se conocen por la zona, que llaman de La Cabaña, cerca de un rincón con abrigo de rocas próximo a un arroyo donde seguramente vivían.
Nuestros pasos nos llevaron a uno de esos pueblos que fueron surgiendo aquí y allá –algunos ya abandonados- y de escasos habitantes. La fuente de Domingo Manjón, donde se juntaban los soldados de ambos bandos de la guerra civil cuando bajaban de las trincheras a buscar agua, nos recibe a la entrada de Sargentes de la Lora. Y es que Sargentes quedó entre las dos líneas de frente cuando se militarizó y fortificó la zona. Y allí permanecen trincheras, nidos de ametralladoras, parapetos…
Y no lejos, aquí y allá, las bombas de extracción de petróleo que en los años sesenta parecía que traían la prosperidad a sus vecinos y que se quedó en nada –o en poco-, ni siquiera ingresaron el IBI porque nadie se acordó de cobrarlo. Hoy Sargentes tiene un coqueto y moderno Museo del Petróleo que contrasta con la gasolinera que tiene enfrente ¡sin surtidores! Al lado el bar “Oro Negro” nos recuerda aquel sueño. Un poco mas allá, un viejo luminoso de La Casera evidencia cómo un día se paró el tiempo. 
Paradójicamente, tuvieron que ser las energías renovables las que dejaran algún ingreso en el municipio. Medio siglo después de que el NODO anunciara que España ya tenía su propio petróleo, son los aerogeneradores los que aprovechan los recursos de este paisaje llano y ventoso con sus aspas girando en el borde del páramo -sobre Valderredible- mientras las bombas –las del “oro negro”- permanecen quietas durmiendo un sueño desvanecido.







































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