Desde que entre nubes divisamos la ría de Mogro y la playa
de Valdearenas al despegar, hasta el aterrizaje en el aeropuerto de Lisboa
transcurre una siesta. Una siesta como la que disfrutó el bebé de siete meses
que viajaba en brazos de su madre – cántabra residente en Lisboa- en el asiento
anterior al nuestro. Una hora de vuelo, por las ocho horas de viaje que
necesitaban antes madre e hijo para visitar a su familia ¡Que se mantenga por
mucho tiempo! deseamos al despedirnos. Deseo que compartimos por ella y por los
que, de vez en cuando, nos gusta volver a pasear calles y rincones lisboetas. Y
es que esta ciudad, ahora en proceso de evolución, sigue manteniendo ese aire
nostálgico y decadente de las que fueron capitales de un imperio marítimo y
colonial. Una vez mas, por sus calles se me olvida que recorro una capital europea para
sentir el calor y la tranquilidad de la vida de barrio y la sencillez de sus
gentes. Los aires capitalinos, que también los hay, no acaparan en exclusividad
protagonismo para el viajero y nuevos aires creativos, sociales, gastronómicos…
van surgiendo aquí y allá para complementar y enriquecer la ciudad, para dar
nueva vida a sitios y locales abandonados. Por eso yo quiero volver, en dos o
tres años, para ser testigo de esa evolución y disfrutar de la vieja/nueva
Lisboa.
Ría de Mogro y playa de Canallave
Puente de Vaco de Gama, Parque de las Naciones y aeropuerto de Lisboa
Vista general de Lisboa
Belém: Monumento a los Descubrimiento, Monasterio de los Jerónimos y Centro Cultural
Fotografías realizadas en septiembre de 2016
¡Muy bien! Me han gustado mucho.
ResponderEliminar¡Gracias, Simon!
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