Cada jornada unos colores, una luz diferente, un horizonte distinto, un paisaje nuevo, característicos relieves y panorámicas dispares. Las montañas, aunque conocidas ya por muy pateadas, se muestran con nuevos trajes según cada jornada y muestran sus originales caras con diferentes matices, rincones nuevos ante los ojos que anhelan descubrirlos. No solo nieve es invierno, también es agua helada en lo sombrío, escarcha mañanera, son ramas desnudas y hojas descomponiéndose en el suelo, son rocas calizas con su blancor deslavado creando agrestes laberintos, verdor húmedo tapizando el suelo y los trocos caídos, es la vida aletargada, el tiempo de espera para el rebrotar allá por primavera… y el sol, muchas días ausente, cuando logra escabullirse entre las oscuras nubes, convierte el horizonte en protagonista de llamativos atardeceres.